El duelo patológico es un estado de tristeza y dolor constante en que la persona se siente abrumada, recurre a conductas inadaptadas o se quedada estancada en ese estado sin poder recuperarse y volver a la vida bajo nuevas circunstancias.

¿Qué es el duelo patológico o prolongado?

La muerte de un ser querido es una experiencia amarga. El duelo es un proceso interno que se produce ante la pérdida de una persona próxima y que puede oscilar desde un sentimiento transitorio de tristeza y dolor hasta una sensación de desolación profunda, que, en los casos más graves, puede durar años e incluso toda la vida.
Cada ser humano reacciona de manera diferente ante una pérdida, sin que exista un lapso de tiempo correcto o una forma única de cómo una persona tiene que manifestar y afrontar su dolor. Las herramientas emocionales, el paso del tiempo, el apoyo familiar y la vuelta a la cotidianeidad son de gran ayuda para asimilar la pérdida y readaptarse a las nuevas circunstancias de la vida.
Sin embargo, el duelo puede empezar a considerarse patológico cuando la persona experimenta un sufrimiento profundo y desgarrador, cuando se encuentra deprimida y no cuenta con recursos psicológicos suficientes o estrategias de afrontamiento positivas. En estos casos, puede ser útil la ayuda terapéutica para salir adelante y readaptarse a la vida cotidiana.
En el duelo prolongado o patológico las reacciones emocionales son muy intensas e impiden el funcionamiento en la vida diaria. La duración del proceso es largo (más de un año) y aparecen síntomas inhabituales o persistentes en el tiempo. La se siente desbordada, recurre a conductas desadaptativas o permanece en este estado, sin mostrar avances en la resolución del duelo.
La intensidad de los síntomas depende de la personalidad del sujeto, de la intensidad del lazo que lo unía al fallecido y de las circunstancias de la pérdida, entre otros aspectos. Las muertes más impactantes y resonantes son las más próximas al entorno familiar: un hijo, la pareja, el padre o la madre, un hermano, etc. En todos estos casos, la pérdida de un hijo es el más difícil de todos. Por otra parte, el impacto emocional de una muerte puede ser mayor cuando esta es prematura, inesperada o dramática por lo traumático que esto puede representar. Asimismo una muerte a causa de una enfermedad dolorosa y larga también puede dificultar la superación del duelo.

¿Cómo se manifiesta?

El duelo por la muerte de un ser querido se manifiesta a través del dolor y la pena y en forma de síntomas somáticos: pérdida de apetito, insomnio, síntomas hipocondríacos, etc. También la tristeza, la ansiedad, la culpa son los sentimientos que invaden junto con el temor a afrontar la soledad. Disminuye el interés de la persona por el mundo exterior. Puede sobrevenir el desinterés por el trabajo y por los vínculos, así la falta de esperanza y de ilusión ante el futuro.
Durante los primeros meses después de una pérdida, muchos signos y síntomas del duelo normal son los mismos que los del duelo patológico. Sin embargo, mientras que los síntomas del duelo normal comienzan a desaparecer gradualmente, los síntomas del duelo patológico persisten o empeoran. En este sentido pueden mencionarse las siguientes manifestaciones como indicadores del duelo patológico:

  • Anclaje en los recuerdos y planteamiento de preguntas sin respuesta.
  • Autoreproches y sentimientos de culpa. Por ejemplo, culparse por no haber haber acompañado lo suficiente.
  • Emociones negativas de ira o de odio.
  • Abandono del cuidado personal.
  • Aislamiento social.
  • Trastornos del sueño, falta de apetito, conductas hipocondriacas.
  • Consumo excesivo de alcohol o drogas.
  • Abuso de medicinas.
  • Buscar o tener deseos intensos de encontrarse con la persona fallecida.
  • Sentir ver u oír a la persona que murió.
¿Cuál es el tratamiento para el duelo prolongado?

Es preciso recurrir a ayuda terapéutica cuando la persona se encuentra atrapada por la pérdida sufrida, con un sufrimiento constante, incapaz de hacer frente a las exigencias de la vida cotidiana o adoptando conductas autodestructivas.
Las personas en estado de duelo pueden tener creencias o sentimientos negativos como la culpa por estar vivo y disfrutar de las cosas. Para otras, aferrarse al dolor significa sostener aun el vínculo. En otros casos, salir adelante puede representar estar abandonando o traicionando a la persona querida.
El tratamiento terapéutico invita dialogar sobre la pérdida permitiendo disminuir los recuerdos negativos y los sentimientos de culpa frecuentemente asociados a este cuadro. Este tratamiento tiene por objetivo disminuir los sentimientos de tristeza, soledad y culpa.
Las metas del tratamiento son reducir la tristeza y la ansiedad, aumentar la autoestima y disminuir el aislamiento social. El objetivo central es mejorar la calidad de vida del paciente y prevenir la cronificación del trastorno.
El proceso implica interrumpir la cadena de pensamientos y conductas que anclan al paciente al pasado, facilitar la autoaceptación de las limitaciones personales y enfatizar los rasgos positivos. Es importante retomar proyectos o vínculos que se interrumpieron con el fallecimiento de la persona, centrar la terapia en los aspectos gratificantes de la vida, atender a la salud, los vínculos sociales y familiares, facilitar la vuelta al trabajo o la profesión y hacer hábitos saludables.
En definitiva, el duelo se asimila cuando la persona, aun con dolor, es capaz de integrar la pérdida a su historia personal, sin sentirse abrumada por los recuerdos y la tristeza profunda.
Cada vez que inhalas profundamente, tenes la oportunidad de dar un paso hacia tu bienestar. Si crees que estas atravesando un duelo complicado, el tratamiento puede ayudarte a asumir la pérdida y a recuperar un sentido de paz y aceptación.

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