En el TEPT el cuerpo sigue defendiéndose de una amenaza que pertenece al pasado. Superarlo significa movilizar recursos para poner fin al estrés crónico. Por eso es vital que el tratamiento del trauma englobe todo el organismo atreves del cuerpo y la palabra.

¿Qué es el Estrés post traumático?

Cuando hablamos de trauma, algunas situaciones resultan ser evidentemente traumáticas. Pero no es necesario ser sobreviviente de un ataque terrorista o un bombardeo para encontrar el trauma. Los traumas nos suceden a nosotros, a nuestros amigos, familiares o conocidos. Hablamos de accidentes graves, traumas médicos, abusos sexuales, violaciones o haber sido testigo o víctima de maltrato y violencia intrafamiliar durante la infancia.

Las experiencias traumáticas dejan huellas en nuestros cuerpos y también generación tras generación en el núcleo de las familias. Afectan nuestra capacidad de vivir plenos, de mantener vínculos sanos e incluso pueden alterar nuestro sistema inmunológico. Básicamente, el trauma está codificado en las vísceras, en emociones dolorosas, en trastornos autoinmunes o en problemas de tensión crónica.

El trauma producido de forma continuada (llamado Trauma Complejo) en la etapa de mayor vulnerabilidad, la infancia, puede resultar muy dañina. El maltrato emocional, el abandono, no ser visto, no sentirse seguro o cuidado, o incluso ser testigo de los efectos del trauma en nuestros propios padres tienen serias consecuencias en la vida adulta. El cuerpo almacena y memoriza estos acontecimientos que, luego, saldrán a la luz. En este sentido, no es nada fácil cuando la fuente de terror, peligro o malestar son los propios cuidadores.

La definición del DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) indica que se produce cuando una persona está expuesta a un acontecimiento horrendo que implica la muerte o la amenaza de ella o daños graves a la integridad física de uno mismo o de otras personas. La persona queda devastada y el trauma sigue reproduciéndose continuamente en un sistema nervioso que se reorganiza ante estos hechos para sobrevivir, como veremos más adelante, con un costo enorme para la vida.

Si un organismo queda bloqueado en el modo de supervivencia, sus energías se centran en luchar contra la amenaza, lo cual no deja margen para vivir una vida con mayor naturalidad. Para personas con TEPT el día a día implica un esfuerzo enorme. Las tareas más sencillas de la vida cotidiana pueden ser difíciles de sobrellevar. La lucha o huida, la desconexión emocional y la incapacidad para conectar con el presente son el precio que se paga para seguir adelante. Muchas veces, como consecuencias de estas “soluciones” se vive con una sensación de desapego o enajenación frente a los demás y una desesperanza profunda en relación al futuro. Estas alteraciones provocan malestar clínico (una fuente de síntomas nuevos previos al trauma) y afectan los entornos laborales, sociales y afectivos de la persona.

Las investigaciones realizadas en los últimos años en la neurociencia y la neurobiología interpersonal revelan que el trauma produce cambios fisiológicos, un aumento de la actividad de las hormonas del stress y alteraciones en el sistema nerviosos cerebral. El sistema nervioso no sabe distinguir lo peligroso de lo que no lo es y se encuentra en un estado de hipervigilancia. Se crean picos de stress rápida y desproporcionalmente frente a estímulos leves complicando el control de las emociones o los impulsos.

¿Qué efectos produce el TEPT?

El trauma es insoportable e intolerable y rompe las conexiones no solo dentro del cerebro sino también entre la mente y el cuerpo. Más allá de los esfuerzos de la mente por intentar dejar el trauma atrás el cuerpo nos mantiene atrapados en el pasado con unas emociones y sentimientos desgarradores.

El trauma puede ser re vivido mediante recuerdos intrusivos del acontecimiento a modo de flashbacks, pesadillas o imágenes o también puede existir la sensación de que lo traumático está ocurriendo en tiempo presente, reviviendo la experiencia mediante alucinaciones o episodios disociativos de flashbacks.

Aunque se intente negarlo u olvidarlo, el trauma puede reactivarse ante el menor peligro, movilizar circuitos cerebrales alterados y liberar enormes cantidades de hormonas de estrés y emociones que desbordan. Algunos síntomas presentes pueden ser:

  • Irritabilidad o ataques de ira
  • Dificultades para concentrarse
  • Hipervigilancia
  • Respuestas exageradas de sobresalto
  • Ansiedad
  • Parálisis
  • Alteración de la percepción, la imaginación y la creatividad
  • Sensación de pérdida de control
  • Sensación de no ser el mismo de siempre y no reconocerse

A su vez, niños o adultos traumatizados padecen de síntomas somáticos para los que a veces no hay ninguna base física concreta:

  • Dolores crónicos
  • Fibromialgia
  • Migrañas
  • Problemas digestivos
  • Colon espástico
  • Síndrome de intestino irritable
  • Fatiga crónica
  • Alergias, etc.

La disociación es la esencia del trauma. Se hace más difícil sentir las alegrías, concentrase en las tareas que se realizan o vivir en el ahora. También insensibilizarse o despersonalizarse. La desensibilización puede hacernos reaccionar menos pero cerrarse implica cerrarse también a todo aquello que podría darnos placer. En este sentido, el mecanismo de defensa que intenta evitar el dolor también recae sobre la capacidad de disfrutar y de sentirnos vivos.

Es frecuente también la incapacidad de sentir y comunicar lo que nos pasa. La alexitimia, la disociación y la desconexión afectan a las estructuras cerebrales y no nos permiten saber que sentimos y perdemos la conciencia de lo que sucede en nuestro cuerpo. Esto puede llevarnos a un estado de mayor aislamiento.

¿Cómo recuperar el control y volver a adueñarnos de nuestra propia vida?

En mi experiencia con personas con trauma y victimas de abandono descubrí la importancia del cuerpo. Hasta hace poco gran parte de la ciencia occidental ignoraba la relación bidireccional entre cuerpo y mente. Es necesaria una mirada más integradora para transformar nuestra manera de comprender el trauma y abordarlo.

Siempre que el paciente se sienta seguro y sea su necesidad, hablar sobre el trauma y poner en palabras lo ocurrido puede ser importante para comprender los hechos. Pero esto no cambia necesariamente las respuestas alteradas del cuerpo. El cuerpo sigue hablando y revela el legado del trauma.

“Se trata de una terapia hablada que utiliza la experiencia corporal como puerta de entrada al tratamiento del trauma enfocándose en el procesamiento del cuerpo frente a sus manifestaciones. El “paciente” no solo es “padeciente” sino que está implicado activamente en su proceso de trasformación y búsqueda.”

Técnicas de regulación emocional son centrales a la hora de gestionar los efectos del trauma y del abandono. Técnicas que implican el movimiento espontaneo y contemplativo, la respiración y la propiocepción. Métodos que calman las tensiones físicas y que conectan a la persona con su autopercepción y conciencia.

La respiración permite observar la conexión entre nuestro cuerpo y las emociones, momento a momento, nos ayuda a tomar el “control” sobre sensaciones desagradables. El movimiento nos conecta con la tierra y nos permite despertar el cuerpo, volver a habitarlo como un lugar seguro. Para abordar el trauma es muy importante ampliar los recursos internos que servirán para un saber hacer siempre que se sientan bloqueados, aterrorizados o ansiosos.

Recurriendo a la neuroplasticidad natural del cerebro se puede ayudar a que se sientan en el presente, reconectando con los demás. Haciendo experiencias que contradigan el miedo, la rabia o el colapso resultantes del trauma. Se trata de aportar conciencia al cuerpo, al pensamiento y las emociones ahí donde el mundo interno se encuentra quebrado.

En este sentido, algunos objetivos del tratamiento pueden mencionarse como:

  • Ofrecer un entorno seguro.
  • Ir y venir del hecho traumático para saber dosificar el contacto con las sensaciones perturbadoras y evitar una retraumatización.
  • Ofrecer experiencias que contrarresten la impotencia y la sensación de pérdida de control.
  • Ofrecer experiencias que contradigan la sensación de que el padecimiento durará por siempre.
  • Ofrecer posibilidad de descarga para liberar la energía.
  • Promover la autorregulación para saber ir de estados de alerta a estados de calma.
  • Activar la neuroplasticidad del cerebro para recobrar el funcionamiento perturbado.
  • Ejercitar la capacidad de habitar el presente.
  • Ampliar la capacidad de propiocepción.

“Puede parecer que aquello que nos ha sucedido nos afectará de por vida. Sin embargo, como todo en el universo, nuestro padecimiento también tiene un principio y un fin. Podemos volver a tomar el control de nuestras emociones y habitar un cuerpo que se sienta seguro como un hogar.”

 

Problemáticas Frecuentes